EL TREN DE LA MÚSICA CUBANA Y LOS 50 AÑOS DE LOS VAN VAN

Disco "Los Van Van" (1974)

 


Por: Daniel Flórez Porras

Resulta extraordinario que en un continente sumamente musical como lo es la América Latina, sobresalgan dos islas del Caribe como los grandes baluartes del patrimonio sonoro: Puerto Rico y Cuba. Dicha riqueza es notoria, no solamente por sus antecedentes históricos, sino principalmente por su continua evolución y vigencia permanente, la cual se expresa en una creación diversa de multitud de géneros que tienen como raíz el patrón rítmico de la cultura afroantillana.

Lo anterior se explica gracias a la presencia de la memoria histórica de la África negra, que en su desarrollo e implantación en este continente vía la esclavitud, ha devenido en multitud de estilos musicales cuya matriz es el ritmo percutivo del tambor, los cuales se han propagado en todos los formatos y soportes, desde la oralidad y la ceremonia de los rituales religiosos y la expresión festiva de los carnavales, pasando por la escritura de la música profesional, la reproducción de los fonógrafos, las revoluciones giratorias de los vinilos, las cintas emblemáticas de los cassettes, la luminosidad iridiscente de los cedés, hasta llegar a la omnipotencia de las plataformas tecnológicas de hoy, que sin lugar a dudas han posibilitado irrigar a decenas de generaciones en el mundo entero con este patrimonio musical.

En este contexto resulta oportuno resaltar el aporte de la música cubana al desarrollo musical de nuestro continente, que como isla sonante, según palabras de Alejo Carpentier, en su larga evolución ha establecido una columna vertebral la cual dentro la diversidad del mundo antillano, posiciona a la música como el denominador común en todas sus manifestaciones, siendo este un elemento creativo que ha posibilitado mantener un folclor vivo, en permanente transformación y diálogo con toda la diversidad de pueblos que integran la sociedad del continente que deslumbró a la civilización occidental, que desde el comienzo lo denominó como el Nuevo Mundo.

Siendo la música cubana lo que es y lo que representa (Como dice Rafael Lam en el prólogo “Cuba es la meca de la música ritmática”. P. 37), tiene que ser relevante encontrar una orquesta que, desde su creación hasta el día de hoy, lleve en su nombre y con su música en particular, las banderas de la cubanía, el sentir de un pueblo esencialmente bailador y rumbero. Esta orquesta no es otra que Los Van Van, que de la mano de su creador y fundador Juan Formell, fallecido el 01 de mayo de 2014, celebró sin la presencia física de su mentor sus cincuenta años de existencia el año pasado. Un año coyuntural si se tiene en cuenta que en 2019 se conmemoraron: los 500 años de la fundación de la Habana, el centenario del nacimiento del Benny Moré “El bárbaro del ritmo”, y junto con los 50 años de la orquesta de Los Van Van, reconocida como “el tren de la música cubana”, el primer quinquenio del fallecimiento del venerado Formell.

En Colombia este año emblemático estuvo acompañado con la publicación en diciembre de 2018, del libro titulado “Juan Formell y Los Van Van. ¡Aquí el que baila gana”, cuyo autor es César Alberto Villegas Osorio, más conocido en el mundo académico de la musicología y en la vida nocturna del goce, como César Pagano (1941), quien así mismo se presenta como: musicógrafo, tabernero, hombre de radio, Dj, conferencista, jurado y polemizador! Un caso de rara avis, por ser él un hombre culturalmente caribe pero que accidentalmente nació en Medellín y desde 1970 se encuentra radicado en el mundo andino de la fría capital de Bogotá D.C.

Este caso fortuito de su biografía no ha sido obstáculo para su adopción de alma caribe y viajero incansable, en su trasegar permanente por descubrir los orígenes del son, acérrimo defensor del bolero (celebérrima es su frase “el bolero, ese gran corruptor de mayores”), difusor de la música afroantillana comercialmente llamada “salsa”, fundador y patrocinador de bares salsosos emblemáticos dentro de la tradición rumbera capitalina, conductor de programas radiales sin par, entrevistador compulsivo de figuras rutilantes de la música caribe, y recientemente autor de libros indispensables en el concierto local como el que nos ocupa.

Esta abigarrada obra comprende una sucinta biografía del fundador de Los Van Van, que se acompaña de un capítulo sobre el contexto en el que se creó la orquesta, respecto a la música, la sociedad y el baile de los años sesenta en Cuba; enseguida viene un capítulo que sirve de crónica y línea del tiempo sobre la evolución de la orquesta al ritmo de la publicación de sus obras musicales, junto con otro apartado dedicado a transcribir las entrevistas que el autor realizó a los varios integrantes que han pasado por la agrupación musical, en distintos momentos y etapas de su conformación.

Posteriormente, aparece otro capítulo que viene salpicado de testimonios aportados por personas que han estado cercanas a la banda, y por lo tanto, fungen como testigos privilegiados de esta revelación musical; así mismo, se incorpora un capítulo de testimonios de vanvaneros: seguidores de la banda, coleccionistas y estudiosos. Todo lo anterior viene complementado con varios anexos, entre los que se encuentra una cronología, textos y apuntes de otros participantes de la obra; y como colofón, se inserta una biografía del autor del libro, junto con un examen al sentido lírico de algunas composiciones formelianas.

Quizá la anterior descripción demerita la estructuración del conjunto de la obra, debido a que el intento del autor fue el de presentar como un todo, el seguimiento pormenorizado, obsesivo y concienzudo que ha llevado a cabo durante décadas a la orquesta, en un esfuerzo que ha estado acompañado del trabajo de campo, de análisis, recopilación de testimonios, asistencia a presentaciones en vivo, continuas búsquedas de soportes sonoros, establecimiento de contactos, entre otras muchas gestiones.

En este apartado es importante destacar el aparato crítico que se encuentra en la primera parte del libro, donde abundan las citas de referencias bibliográficas, tesis doctorales y de maestría de etnomusicólogos prestigiosos, sociólogos, músicos, musicólogos, expertos en estudios de música populares del mundo, por supuesto con el énfasis en la música afroantillana, el mundo caribe y la cultura hispana.

Sin embargo, todo ello junto, al final termina convertido en una cartapacio de apuntes, con algunas líneas sin el debido enlace de continuidad y desarrollo suficiente, a lo que se acompaña una descuidada edición del libro, fruto del loable esfuerzo de una auto publicación que, a pesar de no contar con una acreditada editorial que contribuyera a su perfeccionamiento y corrección de estilo (como sí lo hizo la editorial Icono que en septiembre de 2018 publicó otro libro de César Pagano, titulado “El Imperio de la Salsa”), en todo caso logra ofrecer un compendio de información de gran valor para cualquier melómano o estudioso interesado por la música popular cubana.

Por lo tanto, a pesar de las anteriores observaciones, estas resultan ser más de forma y quedan al margen, al ser superadas por un fondo que trasluce un contenido de revelaciones profundas sobre la orquesta Los Van Van en particular y la música cubana en general (a lo que se suma las palabras ilustrativas de musicógrafos, escritores e investigadores de la talla de Cristóbal Díaz Ayala y Rafael Lam, quienes se encargan de escribir para este libro la presentación y el prólogo, respectivamente), que hablan bien del autor en su esfuerzo denodado y encomiable de dar a conocer en profundidad una de las joyas musicales de este continente por parte de alguien que no es originario de la isla, sino que pertenece a un país al mismo tiempo andino, llanero, amazónico, pacífico y caribe como Colombia, que más bien ha seguido los derroteros de Cuba en cuanto a los términos del son se refiere para hacer su propia música salsa a la colombiana.

En este sentido, las lecciones de aprendizaje al leer esta obra terminan por ganar la partida a sus defectos de composición y edición. Una vez abordada, comenzamos por descubrir a la figura emblemática de Juan Formell, como uno de los músicos más sobresalientes de la historia musical cubana de la segunda mitad del siglo XX. Nacido el 02 de agosto de 1942, en el barrio popular de Cayo Hueso en La Habana, respondió al nombre completo de Juan Clímaco Formell Cortina.

Compositor, arreglista, director musical y ejecutor del contrabajo, a este músico se le atribuye la creación de un género musical denominado songo, que fue enriquecido gracias al desarrollo llevado a cabo por parte de su pianista César “El Puppy” Pedroso, junto con la ampliación rítmica llevada a cabo por José Luis “Changuito” Quintana, percusionista innovador conocido como la “mano secreta del songo”. Con estos aportes y el liderazgo de Formell, la orquesta Los Van Van definió las nuevas sonoridades que le dieron un vuelco al formato orquestal de la charanga a finales de los años sesenta en Cuba.

Con base en un conocimiento universal de la música, Formell llevó a cabo una alquimia melódica, en cuya fórmula combinó la escucha atenta y el aprendizaje continuo de los pioneros del danzón, el mambo y el son, a lo que sumó, entre otros muchos ingredientes, la influencia directa que exploró en el rock, especialmente con los Beatles. Para llegar a esta conjunción, arrancó por supuesto con el conocimiento de la estructuración rítmica y melódica del son, a la que agregó los patrones y la célula original de los Beatles, los cuales cubaniza para llevarlos a la música popular del caribe. Todo lo anterior, sin obviar otras referencias como la música brasilera y por supuesto la nueva trova que tenía lugar en la isla, en el momento mismo que funda su propia orquesta.

A partir de esta alquimia musical, complementada por una formación profesional curtida con los más importantes músicos que hicieron las veces de profesores temporales, su portento musical comenzó a descollar cuando Juan Formell integró la banda de charanga de Elio Revé Matos entre 1967 y 1969. Dentro de este formato comenzó a imprimir sus primeros aportes renovadores en cuanto a composición y melodía, junto con la introducción de nuevos instrumentos como la guitarra eléctrica, que a la postre marcaron diferencias de concepción y ritmo con su director, las cuales serían la causa de su salida de la Orquesta de Revé.

Tras su partida le siguieron varios músicos entusiastas que estaban convencidos de sus enseñanzas. Con ellos, a los cuales se sumaron otros músicos graduados de escuela, el 4 de diciembre de 1969 con su primera presentación se fundó oficialmente la orquesta de Los Van Van, con los siguientes músicos fundadores: Fernando Leyva, Gerardo Miró y Jesús Linares, violines; César Pedroso, piano; Blas Egües, batería; Raúl Cárdenas, “El Yulo”, tumbadora; Orlando Canto, flauta; Luis Massilli, chelo; William Sánchez, guitarra; Julio Noroña, güiro; Miguel Ángel Rasalps, “El Lele”, voz; José Luis Martínez, voy y guitarra; y, Juan Formell, bajo, voz y dirección. P. 83.

El origen del nombre que entre César Pedroso y Juan Formell le dieron a la orquesta, proviene de la zafra o cultivo de caña de azúcar, cuando el gobierno revolucionario de la isla se trazó la meta a finales de los años 60 de convocar a toda la sociedad, con el propósito de alcanzar una zafra histórica de 10 millones de toneladas de producción. Para vencer el escepticismo de la gente, se comenzó a decir que <<¿la zafra de los 10 millones? ¡qué va…va!>>, expresión que luego derivó en <<¿que van?…¡van!>>. Si bien al final no se llegó a la cifra histórica trazada, sí quedó esta consigna que sirvió de bautizo para distinguir a la orquesta de música popular más importante de la isla musical más sobresaliente del continente latinoamericano.

Esta aseveración se comprende, si se tiene en cuenta el aporte renovador de Juan Formell a la música cubana que destaca el libro de César Pagano. En primer lugar, imprimió una particular técnica de tocar el bajo en una secuencia distinta a la anteriormente utilizada; segundo, desde un comienzo se presentó como poco ortodoxo con el tumbao tradicional, posición desde la cual le imprimió variantes al son sin llegar a traicionarlo en su esencia; tercero, definió nuevas formas en la exploración rítmica de la percusión; cuarto, trabajó intensamente en la renovación de cómo los coros se comportaban tradicionalmente en el formato de la charanga, unificando estos para que sonaran en conjunto al unísono.

Quinto, cambió el papel de una sola flauta protagónica usada en la charanga, para utilizar dos flautas en bloque armónico con el bajo; sexto, incorporó hasta tres trombones al formato tradicional de la charanga, con funciones melódicas más dinámicas; y por último, llevó a cabo la introducción de violines eléctricos, en un plano más rítmico que melódico, que junto con el uso de la batería y otros instrumentos que con el tiempo se fueron adicionando, amplió todo el formato musical anterior transformando de raíz el andamiaje de la orquesta de charanga.

Todos los anteriores aspectos técnico – musicales se constituyeron en la arquitectura para la creación de un nuevo género, conocido como el songo, que llevaron a Juan Formell a ser reconocido como: renovador de la charanga, musicalizador magistral, innovador de las influencias musicales, explorador constante de múltiples sonoridades, formador de talentos, y en palabras de César Pagano, componedor social y político.

Quizá uno de los aspectos más destacados de la esencia musical de Juan Formell y Los Van Van, es que a pesar de la complejidad en la que se asienta su arquitectura musical, su orquesta siempre se ha presentado muy cercana al pueblo en general, con una búsqueda constante de satisfacer al bailador que es su público por antonomasia, a lo que se suma la adopción constante de líricas que rescatan las expresiones de la calle, que agitan las mujeres y hombres cubanos en su cotidianidad, las cuales se constituyen en el sentir cotidiano de la gente del común.

Es así como, una orquesta que parte de la sofisticación musical, traduce la complejidad sonora y la lleva a la música popular, para que sea el público quien termina haciéndola suya. Un público que no solo es el cubano, sino que trasciende fronteras, con una recepción en diversos continentes que se han dejado conquistar por la música popular cubana, siendo la misma música el lenguaje universal por excelencia

Con todos estos elementos bien coordinados por un gran director, quien siempre ha estado acompañado de un conjunto de músicos excepcionales quienes se han distinguido, en los diferentes ciclos por los que ha pasado la orquesta en sus cincuenta años de existencia, por ser excelsos ejecutores y conocedores de cada uno de sus instrumentos, los éxitos no se hicieron esperar. Las canciones abundan y con solo mencionar algunas, se puede ver cómo recorren a toda máquina los rieles por donde ha pasado arrollando este tren musical: “Por encima del nivel (Sandunguera)”; “El baile del buey cansao”; “Vine a verte”; “De 5 a 7”; “La Habana no aguanta más”; “Anda, ven y múevete”; “El buena gente”; “No me explico lo que tiene el carnicero”; “La Habana sí”; “No es fácil, que no, que no”; “La titimanía”; “No soy de la gran escena”; “Aquí se enciende la candela”; “Hoy se cumplen seis semanas”; “Ay mamá, recíbeme”; “Después de todo”; “Chapeando”; “Canta la ceiba, baila la palma real”; “Nosotros los del caribe”; “Este amor que se muere”; “Mi songo”; “Qué tiene Van Van”; “Aquí el que baila gana”; “Qué sorpresa”; “Esto te pone la cabeza mala”; y así, sucesivamente…

Ahora bien, obtener la distinción de la orquesta más popular de Cuba, cobra aún más valor si se tiene en cuenta que Los Van Van se fundan y desarrollan, en medio de otros músicos brillantes que a su vez crean otras orquestas, con otras sonoridades y formatos, los cuales le hacían una gran competencia en calidad y recepción popular. En este escenario sobresalen figuras como Chucho Valdés con Irakere desde 1973; Adalberto Álvarez con su Son 14 y luego con su orquesta Adalberto Álvarez y su Son; La Charanga Ritmo Oriental; la Orquesta Monumental; el Conjunto Los Latinos; el Conjunto Rumbavana; Los Reyes 73; y Las Estrellas Cubanas, entre muchas otras más.

Pero quizá uno de los fenómenos más significativos a los que tuvo que dar respuesta Formel y Los Van Van, fue el fenómeno de un nuevo ritmo como lo es la timba, que desde su aparición a finales de la década de los ochenta, marcó una nueva pauta en el sentir rumbero y bailador de la isla. Con la timba, a través de su creador José Luis Cortés y su emblemática orquesta NG La Banda, se cristalizó un largo proceso que se incubó desde la propuesta musical jazzística de Irakere, de la cual hizo parte el mismo Cortés. Una vez diseñado el nuevo patrón rítmico, la cantera timbera se destapó con la creación de nuevas orquestas, entre otras: Grupo La Calle, Colé Colé, Yumurí y sus hermanos, Pedro Pablo y su Salsómetro, Paulito FG y su Élite, La Charanga Habanera, Dan Den, El Médico de la Salsa, Grupo Bamboleo, Azúcar Negra, entre otras muchos más.

¿Que cómo respondieron Los Van Van? Con nuevas composiciones, también con la integración de nuevos músicos, entre ellos la incorporación de sus cantantes más representativos y conocidos por todos, como Mayito Rivera que estuvo en la orquesta desde 1992 a 2012, o Yenisel Valdés, la primera mujer que haya integrado Los Van Van entre 2001 a 2017, quien dejó una gran impronta con su interpretación de “Después de Todo”, la canción más reproducida en las plataformas online de Los Van Van. Estos cantantes se vinieron a sumar al más icónico de todos, como lo es Pedrito Calvo, el hombre del sombrero, el de más larga permanencia en la orquesta desde 1973 a 2000.

Pero ante toda esta avalancha, Los Van Van se impusieron gracias a su persistencia, a la adopción de la misma timba para algunas de sus producciones, y a que, a diferencia de otras orquestas, la de Formell tiene una impronta que no ha dejado de expresarse. En otras palabras, es una orquesta con una sonoridad propia, que a pesar de todos los vaivenes, ires y venires, giras y giros, ha mantenido su sello, un estilo musical propio y un modo original de interpretar la música popular, que la distinguen de las demás orquestas. En general, un legado artístico que ahora se encuentra en manos de los hijos de Formell, entre ellos el destacadísimo Samuel Formell, el hombre de la percusión y nuevo director de la orquesta.

Por eso es que, a pesar de las dificultades, del bloqueo comercial y económico que ha sufrido Cuba desde comienzos de los años sesenta por parte de EEUU, de la salida de varios de sus integrantes fundacionales, del cambio drástico de la industria musical, especialmente por la forma cómo se distribuye actualmente las producciones discográficas, de los cambios generacionales y de gustos musicales, de la pandemia del reguetón e incluso del fallecimiento de su creador hace cinco años, Los Van Van siguen ahí, ahí, “poniéndote la cabeza mala” y preparando siempre una novedad musical que les permite “estar por encima del nivel” e invitando a la gozadera porque “¡aquí el que baila gana!”.

De ahí que, si la música cubana es de los más grandes legados de la cultura hispanoamericana, se entiende la afirmación de Américo Miranda, representante de Los Van Van entre 1988 y 2010, la cual se puede leer en el libro de César Pagano, cuando entrevistado por este, aseveró: “porque decir Van Van es decir Cuba y para mí es lo más grande que hay de la música cubana” (P. 244). 
 

Los Van Van

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