Disco "La Raza Latina" de Larry Harlow
Por: Daniel Florez Porras
Para la comprensión de un concepto musical polifacético como lo es la Salsa, se requiere de una visión panorámica que logre cubrir toda la dimensión espacio – temporal de su riqueza cultural, artística, política y social, que, sin llegar ser demasiado farragosa, encuentre en la mesura y en la distinción de las palabras precisas, el trazo perfecto con el cual se logre vislumbrar la complejidad de sus aportes a la cultura caribe.
Esto es precisamente lo que logró el escritor y periodista cubano Leonardo Padura (La Habana, 1955) con su libro “Los Rostros de la Salsa”, reeditado recientemente en 2019 por el sello Tusquets Editores, cuya primera edición salió en Cuba en 1996. Esta obra es una recopilación de entrevistas realizadas por el autor a una pléyade de protagonistas del mundo salsero, que van desde sus hacedores, promotores, estudiosos y hasta su misma conciencia, si se entiende por esto último a los referentes que le han impreso el mensaje de sus líricas más elaboradas y profundas desde lo literario, histórico y social.
Desde esta perspectiva, el gran mérito de Padura es el de dirigir una sinfonía de voces cuyo testimonio es un recorrido, que comienza con los antecedentes de la música afroantillana y especialmente afrocubana, desde un presente de recambios como lo fue la década de los noventa en la que se llevaron a cabo la gran mayoría de entrevistas, para luego situar en perspectiva el futuro desarrollo de esta música, con el fin último de comprobar su existencia más allá de las etiquetas comerciales. De ahí que el mismo autor concluya en el epílogo:
“Sin nomenclatura, la Salsa tiene sin embargo una literatura; sin ser un ritmo nuevo, la Salsa tiene, sin duda, una sonoridad diferente; sin poseer una fórmula única y abarcadora, la Salsa tiene la propiedad camaleónica de la transfiguración de una tradición, y la capacidad de englobarla, de aclimatarla en una perspectiva contemporánea” (p. 329).
De esta forma el autor de novelas policiacas protagonizadas por el detective Mario Conde y de la celebérrima novela “El Hombre que Amaba los Perros”, zanja la discusión sobre si la Salsa puede considerarse un género musical, o si no es más que música cubana modernizada. Para ello se vale de los testimonios de algunos de sus principales protagonistas, y concluir que la Salsa efectivamente sí recrea una sonoridad diferente al viejo son cubano de la primera mitad del siglo XX.
Todas estas voces coinciden que el patrón rítmico de la Salsa es el son de la vieja escuela, pero con la adopción de otros ritmos que pasan por la Guaracha, el Mambo, la Rumba, el Danzón, la Guajira, el Bolero, el Cha Cha Chá, la Bomba, la Plena, la Charanga, la Pachanga, el Boogaloo, entre otros, junto con la aplicación consciente de nuevos arreglos que se inspiran en la irrupción paralela de otros géneros musicales como el Jazz, el Rock, el Rhythm and Blues y el Soul.
Fueron los músicos de Puerto Rico, Cuba, República Dominicana y en menor medida Venezuela, radicados en Nueva York, hijos de inmigrantes, quienes lograron a finales de los años sesenta y comienzos de los setenta del siglo pasado, generar un nuevo producto musical, que retrata la dura vida del barrio, trazando en sus nuevas armonías y melodías, el sentimiento del ser humano urbano, que vive en las periferias de las grandes ciudades latinoamericanas, y desde su marginalidad reivindican lo que los hace diferente a los demás: su herencia negra africana, su complejidad mulata y mestiza, la añoranza por sus países insulares y la rebeldía por construir sus sueños de prosperidad en nuevas tierras.
De ahí que esta nueva edición del libro inicie con una entrevista realizada a Rubén Blades en 2018, la cual se agrega a la primera edición de esta obra. Sobre el canta – autor panameño se reivindica no solamente al ser humano y a la figura polifacética, sino también su imagen de auténtico ídolo gestor de la denominada “salsa consciente”. La gran revelación en esta charla, es que Rubén está en conversaciones con una casa editorial para publicar un libro sobre su experiencia como compositor, alrededor de la creación de sus canciones.
Luego se halla una visita al oráculo de la música afrocubana, como lo es la figura mitológica del cubano Mario Bauzá, creador de la agrupación “Machito y los Afrocubans”, con su compadre y cuñado Frank Grillo “Machito”, y la voz de su hermana Graciela. Juntos inauguraron una época espléndida en la Nueva York de los años cuarenta, donde el frac y el pelo engominado adornaban las grandes Big Bands, a las que se sumaron otras orquestas igual de rutilantes como las de Tito Rodríguez y Tito Puente, cuyas presentaciones en el Palladium dieron la pauta para el desarrollo posterior que condujo a la Salsa. Llama la atención que, para Mario Bauzá, creador del jazz latino, principal cultor y difusor del son cubano en EE.UU. y gran patriarca de esa fusión que más tarde se dio a conocer a nivel mundial como Salsa, desconozca en la entrevista dicha paternidad y afirme que la única salsa que conoce es la del pescao.
A estos dos pesos pesados, uno como puente entre la tradición cubana y la onda salsosa, y el otro como principal gestor de la madurez de esta idea musical desde la conciencia de su lírica, orbitan otros protagonistas no menos destacados. Por esta visión panorámica pasan los testimonios de Israel “Cachao” López, otro mito cubano (mitología que debe incluir al “ciego maravilloso”, Arsenio Rodríguez) que con su contrabajo compuso miles de danzones, creó los compases iniciales del mambo (que posteriormente haría mundialmente famoso en México el también cubano Dámaso Pérez Prado) y definió el rumbo de las descargas jazzísticas dentro del contexto salsoso; Willie Colón, quien encarnó la figura del chico malo y junto con el jibarito de Ponce, Héctor Lavoe, recogieron las estridencias de las calles para construir un desgarrador estilo que sería un estándar para la onda salsosa. Es el mismo Colón quien afirma que la Salsa no es propiamente un ritmo o un género, sino que es una idea o concepto, un modo de asumir la música desde la perspectiva de la cultura latinoamericana.
Así mismo, se encuentra la voz autorizada del dominicano aún sobreviviente Jhonny Pacheco, quien recrea la historia de la Fania y sentencia que “yo prohíbo que esta música se muera”. A esta voz se suma la presencia del puertorriqueño Papo Lucca, quien ofrece, con la experiencia de su orquesta La Sonora Ponceña, una concepción de la Salsa como fenómeno musical de todo el Caribe. Por otra parte, contrapuntean los testimonios de los cubanos Juan Formell y Adalberto Álvarez, el primero con sus Van Van y el segundo con Son 14 y la orquesta Adalberto Álvarez y su Son, quienes, sin salir de la isla, lograron desarrollar un estilo de salsa a lo cubano, con una evolución del son que, sin traicionar la tradición, adoptaron la vanguardia estilística musical salsosa que por fuera del bloqueo evolucionó en los demás países del Caribe.
A estos salserísimos se suman las voces de tres icónicos merengueros, como lo son Jhonny Ventura, Wilfrido Vargas y Juan Luis Guerra. Sin embargo, dentro del contexto sinfónico de la obra, sus testimonios irrumpen de tal forma, que por momentos convierten esta polifonía de voces en un desconcierto cacofónico, donde el lector puede caer en la confusión de no entender porqué, en “Los Rostros de la Salsa”, aparecen tres de los principales exponentes del Merengue, el género musical que precisamente en los años ochenta desplazó del mundo comercial a la salsa brava neoyorquina.
Este es el aspecto que a mi modo de ver el libro en su conjunto no alcanza a darle una solución de continuidad, a pesar de su clara intención de plantear una tensión y reconocer los evidentes aportes que existen entre uno y otro gusto musical. Este aspecto del libro solo se salva, gracias a que paradójicamente, son estas tres entrevistas las que ofrecen mayores sorpresas y revelaciones para el melómano en general y para el salsero en particular.
Por último, se suman dos entrevistas más. Primera, la de un reconocido disc-jockey y productor musical como lo es Nelson Rodríguez, quien afirma que la salsa no va a morir gracias, entre otras cosas, a la estrategia comercial impulsada por otros países que, en un comienzo, no fueron protagonistas en los primeros dos decenios de la Salsa, para lo cual destaca el aporte de Colombia con exponentes como el Joe Arroyo, El Grupo Niche y la Orquesta Guayacán. Segunda, como colofón está el testimonio del musicólogo Radamés Giro, nacido en Santiago de Cuba y conocedor de las entrañas del son, autor entre otros textos del “Diccionario Enciclopédico de la Música en Cuba”.
La valoración artística y musical que realiza este musicólogo (donde se encuentra uno de los mejores análisis del significado de Celia Cruz para la música latina), ante las preguntas que le plantea Leonardo Padura son realmente excepcionales y llegan a tocar uno de los puntos más altos de calidad de esta obra, especialmente cuando aporta su propia definición de qué es Salsa:
“(…) para mí la Salsa es una nueva síntesis del son cubano, concebido y estilizado de una manera contemporánea, actual. (…) Por lo tanto la Salsa, la verdadera Salsa – o sea la que trasciende la imitación complaciente del viejo repertorio cubano – es la unión de todos esos elementos con un nuevo resultado desde el punto de vista sonoro y hasta podríamos decir que técnico (…) por eso se puede afirmar que esencialmente, la Salsa es una nueva forma del son” (pp. 285 – 286).
Para concluir, todas estas entrevistas se encuentran adobadas con unas esclarecedoras introducciones y comentarios de voz en off que realiza el mismo Padura, las cuales por su hondura literaria permiten sentir el clima en el cual estaban inmersos cada uno de estos protagonistas, el modo, tiempo y lugar donde fueron llevadas a cabo cada una de las conversaciones, en medio de la premuras que lleva consigo el mismo ejercicio periodístico de no dejarse obnubilar por la luz de cada una de estas estrellas, bajarlos del escenario y conversar con la persona, con el ser humano que está detrás de cada uno de estos nombres y apellidos que con el tiempo cada vez más se convierten en leyenda.
En hora buena se reedita este libro en tiempos de reguetón y de banalización cultural, el cual seguramente no pasará inadvertido para quien desee iniciarse en el conocimiento de esta maravillosa experiencia auditiva y vivencial llamada Salsa.
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