Por: Atahualpa González Ortega
Como si ya no me hubiese regalado montones de momentos felices, la salsa también vino a refrescar mis redes sociales. Haber descubierto nuevas personas y cuentas que impulsan la difusión y el conocimiento de la salsa, ha sido un alivio entre tanta mala noticia. Disfruto plenamente poder compartir y aprender sobre este género musical que amo y que cuenta conmigo como un humilde difusor y defensor.
Sin embargo, también he notado con desagrado las actitudes y/o las formas que tienen algunos salseros para referirse a otros, a ciertos exponentes del género y hasta a ciertas épocas.
Todas las comparaciones son odiosas, es verdad, pero muchas veces son inevitables. Por poner un ejemplo bastante conocido entre los salseros: el Aguanilé de Héctor Lavoe y Willie Colón, con el Aguanilé de Marc Anthony. Son incomparables en muchos sentidos, pero sobre todo porque nacieron en épocas y circunstancias completamente diferentes.
Ahora, si hay alguien que por el motivo que sea, prefiere la versión de Anthony, ¿hay que crucificarlo? La respuesta debe ser un rotundo NO. Sus razones tendrá, y probablemente la más importante sea que no conoce la versión y el trabajo de Lavoe, bien sea porque es muy joven, bien sea porque fue criado en un hogar en donde no se escucha salsa, etc…
Expongo mi caso con mi propia experiencia: gracias a mis padres que me amamantaron con los discos de la dupla Blades/Colón y de El Gran Combo, nací salsero. Sin embargo, a medida que fui creciendo, lo que más se escuchaba en mis entornos caraqueños ochenteros, era otra salsa.
Fue gracias a tipos como Eddie Santiago y Frankie Ruiz, con sus canciones más románticas, y a la salsa erótica, que mi lado salsero fue creciendo y se mantuvo vivo y activo. Y estoy seguro que el de muchos otros más también.
Además, gracias a esa salsa tan menospreciada por tantos “salsabios”, fue que el género pudo, a duras penas, aguantar la paliza que le estaba dando el merengue, tanto en lo creativo/musical como en lo comercial.
Es indiscutible que, musicalmente, hay salsas mejores que otras. También estamos claros en que hay un Olimpo de Maestros salseros que son prácticamente inalcanzables y hasta irrepetibles, diría yo. Hay mejores ejecutantes, arreglistas e intérpretes que otros. Y, OBVIAMENTE, ninguna época es igual a otra. Estos son hechos.
Pe querer trasladar actitudes y aires de superioridad al mundo salsero me parece un error garrafal, como en cualquier campo de la vida. Para empezar, insisto, más que un error es una tontería comparar una época con otra. No tiene ningún sentido. Como tampoco tiene sentido meterse en las aguas turbulentas de los gustos particulares para convencer al otro a la fuerza de que lo que yo escucho es mejor que lo tuyo.
Y ni hablar de los más osados y sesudos salseros, que se atreven a criticar a un músico profesional cuando en su vida han agarrado un instrumento ni por equivocación, o lo más lejos que han llegado es a maltratar una campana en medio del público y molestar a los otros asistentes a cualquier concierto.
Un poquito de humildad y respeto, compañeros salseros. No hay salseros de primera o segunda categoría. Creo que a todos los que amamos el género nos interesa seguir sumando fanáticos que luego se conviertan en militantes de esta expresión tan chévere que es la salsa. Que las discusiones sean en otros tonos. Y si usted sabe más que un pescado frito, no sea soberbio, vaya más bien por el lado didáctico y empático. Que este movimiento nos siga uniendo. Cosas que nos dividen ya tenemos muchas. Que vengan nuevas épocas gloriosas y que la salsa vuelva a desbordar estadios repletos en todos los rincones de este planeta.
Como si ya no me hubiese regalado montones de momentos felices, la salsa también vino a refrescar mis redes sociales. Haber descubierto nuevas personas y cuentas que impulsan la difusión y el conocimiento de la salsa, ha sido un alivio entre tanta mala noticia. Disfruto plenamente poder compartir y aprender sobre este género musical que amo y que cuenta conmigo como un humilde difusor y defensor.
Sin embargo, también he notado con desagrado las actitudes y/o las formas que tienen algunos salseros para referirse a otros, a ciertos exponentes del género y hasta a ciertas épocas.
Todas las comparaciones son odiosas, es verdad, pero muchas veces son inevitables. Por poner un ejemplo bastante conocido entre los salseros: el Aguanilé de Héctor Lavoe y Willie Colón, con el Aguanilé de Marc Anthony. Son incomparables en muchos sentidos, pero sobre todo porque nacieron en épocas y circunstancias completamente diferentes.
Ahora, si hay alguien que por el motivo que sea, prefiere la versión de Anthony, ¿hay que crucificarlo? La respuesta debe ser un rotundo NO. Sus razones tendrá, y probablemente la más importante sea que no conoce la versión y el trabajo de Lavoe, bien sea porque es muy joven, bien sea porque fue criado en un hogar en donde no se escucha salsa, etc…
Expongo mi caso con mi propia experiencia: gracias a mis padres que me amamantaron con los discos de la dupla Blades/Colón y de El Gran Combo, nací salsero. Sin embargo, a medida que fui creciendo, lo que más se escuchaba en mis entornos caraqueños ochenteros, era otra salsa.
Fue gracias a tipos como Eddie Santiago y Frankie Ruiz, con sus canciones más románticas, y a la salsa erótica, que mi lado salsero fue creciendo y se mantuvo vivo y activo. Y estoy seguro que el de muchos otros más también.
Además, gracias a esa salsa tan menospreciada por tantos “salsabios”, fue que el género pudo, a duras penas, aguantar la paliza que le estaba dando el merengue, tanto en lo creativo/musical como en lo comercial.
Es indiscutible que, musicalmente, hay salsas mejores que otras. También estamos claros en que hay un Olimpo de Maestros salseros que son prácticamente inalcanzables y hasta irrepetibles, diría yo. Hay mejores ejecutantes, arreglistas e intérpretes que otros. Y, OBVIAMENTE, ninguna época es igual a otra. Estos son hechos.
Pe querer trasladar actitudes y aires de superioridad al mundo salsero me parece un error garrafal, como en cualquier campo de la vida. Para empezar, insisto, más que un error es una tontería comparar una época con otra. No tiene ningún sentido. Como tampoco tiene sentido meterse en las aguas turbulentas de los gustos particulares para convencer al otro a la fuerza de que lo que yo escucho es mejor que lo tuyo.
Y ni hablar de los más osados y sesudos salseros, que se atreven a criticar a un músico profesional cuando en su vida han agarrado un instrumento ni por equivocación, o lo más lejos que han llegado es a maltratar una campana en medio del público y molestar a los otros asistentes a cualquier concierto.
Un poquito de humildad y respeto, compañeros salseros. No hay salseros de primera o segunda categoría. Creo que a todos los que amamos el género nos interesa seguir sumando fanáticos que luego se conviertan en militantes de esta expresión tan chévere que es la salsa. Que las discusiones sean en otros tonos. Y si usted sabe más que un pescado frito, no sea soberbio, vaya más bien por el lado didáctico y empático. Que este movimiento nos siga uniendo. Cosas que nos dividen ya tenemos muchas. Que vengan nuevas épocas gloriosas y que la salsa vuelva a desbordar estadios repletos en todos los rincones de este planeta.
Hola, estoy de acuerdo contigo, y eso que soy un poco mayor que tú. No debemos comparar lo incomparable.
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