Por: Daniel Flórez
Desde hace un tiempo se viene planteando una discusión interesante en el mundo musical, sobre la dinámica comercial que busca juntar artistas procedentes de diferentes géneros musicales, para producir un tema o incluso un álbum completo, con el fin de llamar la atención de los seguidores de cada bando y generar una difusión más efectiva. Lo anterior cobra mayor relevancia en el escenario actual de la industria, en la que impera el streaming, las reproducciones masivas del YouTube, y donde, más allá de la calidad sonora o de la innovadora propuesta artística, domina la incandescencia de los “like”, en el que el criterio de los premios se mide por el número de reproducciones y lo “viral” que sea el video objeto de tal novedad.
Ahora bien, para el caso específico del estilo musical de la salsa, las colaboraciones han estado inmersas en medio de los elogios y las polémicas. En el primer caso, por parte de los escuchas “progresivos” que reconocen el desafío que supone para un artista salsero, conversar musicalmente con otros géneros y estilos musicales que en un primer momento rompen ciertas bases y estructuras melódicas de la música afroantillana; mientras que, en el segundo caso, imperan los seguidores ortodoxos quienes se encargan de señalar de oprobio al artista salsero que se atreve a profanar los supuestos límites del estilo musical caribe, que no se concibe sin el patrón rítmico del son que marca la clave.
En este sentido, cuando los ánimos se avivan y el linchamiento simbólico amenaza la trayectoria profesional de un músico, vale la pena reflexionar respecto a cuáles son los supuestos límites que no “debe” traicionar un artista salsero, ante una heterodoxa propuesta de colaboración musical con un representante de otro género musical; o desde otra perspectiva, cuales son los atributos creativos que le encuentran los seguidores en el momento de reconocer como muy bien lograda una propuesta de colaboración musical.
En otras palabras, se trata de definir los criterios en el contexto salsero (que por momentos suele estar condicionado por el purito de los expertos que no conciben a neófitos deambular por sus aposentos), con base en los cuales se puede reconocer una colaboración musical como afortunada o desafortunada. Por supuesto, que para los gustos hay demasiados colores, y en este terreno resbaladizo es difícil aplicar una objetividad que logre gobernar el gusto musical que de por sí es subjetivo. Sin embargo, se busca partir de una escucha atenta que permita dar una opinión sin llegar a irrespetar posiciones contrarias.
Con base en lo anterior, considero que cuando se emprende la tarea de difundir una canción en la que participan dos o más artistas de diferentes géneros musicales, se puede calificar una colaboración musical de afortunada, cuando esta es resultado de una construcción melódica innovadora, producto de la propia hibridación musical de la cual la misma salsa hace parte; en cambio, cuando la colaboración sonora termina siendo un show oportunista, propio del exhibicionismo comercial de la industria musical consumista de masas, que no parte de la innovación de los arreglos ni de la generación de diálogo constructivo entre diversos géneros y sus respectivos seguidores, sino que se reduce a medir la cantidad de reproducciones en streaming, dicha colaboración se puede calificar de desafortunada.
Para llegar a lo anterior, se parte de un principio: el estilo musical reconocido allende fronteras como salsa, es propio de la fusión e hibridación de múltiples ritmos y géneros musicales del caribe. Por lo tanto, señalar de plano (sin darse la oportunidad de la escucha activa), que ningún salsero puede participar en una colaboración musical o compartir tarima con representantes de otros géneros musicales, es de por sí tan errado, máxime cuando le niega la posibilidad de que nuevas generaciones alejadas de sus emblemáticos exponentes, se acerquen a su escucha por simple curiosidad intuitiva cuando el producto que se logra es de calidad.
De lo que se trata es de abrir los horizontes auditivos, sin traicionar la tradición, pero mirando hacia la vanguardia (para esto las máximas lecciones se aprenden del jazz latino, pura fusión y experimentación en continua evolución). De lo contrario, una posición cerrada termina por desdibujar los elementos estéticos e identitarios propios de la música caribe urbana como lo es la salsa: irreverente, atrevida, híbrida, poética y contestaria.
Con base en lo anterior, en la presente reflexión brevemente se hace el ejercicio de traer a cuento cuatro experiencias de colaboraciones musicales, por parte de los más representativos artistas salseros aún vigentes, que se dieron a la tarea de producir colaboraciones musicales e incluso compartir tarima, con los máximos exponentes del género musical imperante hoy en día como lo es el reguetón, que para la mayoría de los ortodoxos salseros resulta una afrenta el solo hecho de mencionarlo.
Bien, comencemos. En primer lugar, tenemos el junte de Andy Montañez con Daddy Yankee. El tema se llamó: “Sabor a Melao”. https://bit.ly/3bWLdTj
Propuesta afortunada. Salsatón bien mezclado. En esta colaboración, aunque el reguetón está más presente, sin embargo, se logra una equilibrada mezcla de fusión con la salsa. De hecho, desde el comienzo del tema se invoca la clave, la cual está de fondo en perfecto equilibrio con el beat que gobierna el contagioso ritmo del reguetón. Y aunque la voz predominante es la de Daddy Yankee, “el niño de Trastalleres”, como se le conoce a Andy Montañez, no palidece en el coro celebratorio de esta fusión. En definitiva, mas allá de cualquier prejuicio, seguro que “Sabor a Melao” enciende cualquier “party”.
En segundo lugar, nos damos tiempo para escuchar la propuesta de Willie Colón con el cantautor colombiano Fonseca, que, con su música pop en alusión a ritmos folclóricos colombianos, lo acercan al estilo muy comercial del tropipop. El tema se denominó: “Estar lejos”. https://bit.ly/2Mabi6q
Propuesta desafortunada. Bueno, en realidad para ser justos, no hay ninguna fusión. Es el simple acompañamiento vocal de un personaje emblemático de la salsa, hoy en día muy polémico debido a sus destempladas declaraciones públicas en redes sociales, que lo muestran en contradicción con la imagen del chico “malo”, ícono de los 60 y 70, la época brava de la salsa junto al gran Héctor Lavoe. No hay mucho que agregar frente a esta colaboración musical. Una canción “bonita”, en balada pop. Eso sí, mucho mejor que la aparición destemplada en tarima de Colón junto al reguetonero colombiano Reycon en la edición del Premio Lo Nuestro 2020 https://bit.ly/3sMiLK6
En tercer lugar, abrimos nuestra experimentación sonora frente a la colaboración que nos presenta Óscar de León con Tego Calderón, con el tema: “Llorarás”. https://bit.ly/3sLVB6g
Propuesta afortunada. En este caso, nos sorprende la versión de un tema paradigmático del gran sonero del mundo, adaptado al flow de marca registrada que es Tego, como estandarte del género reguetón. Ya este último nos tiene acostumbrados a estas incursiones performativas con temas tradicionales salseros (como es el caso de la versión sobre el tema “Planté Bandera”), y la verdad es que una vez más le salió bien.
Por último, cerramos con el ensayo de Rubén Blades junto a Yandel y Snopp Dogg. El tema: “Fama” https://bit.ly/3qwhAMO
Propuesta desafortunada. Este experimento, por llamarlo de alguna forma, no contribuye en gran modo al discurso de la hibridación musical entre alternativas sonoras. Ni para el lado del hip hop o reguetón, ni tampoco para el lado de la salsa. Y la participación del gran Rubén, en esta oportunidad queda muy deslucida, apenas la entonación de su voz en una estrofa, que bien se hubiera podido ahorrar. Más oportunidad de análisis ofrece las propuestas de Víctor Manuelle, desde su incursión con el tema “Ella lo que quiere es salsa”, con Voltio, Jowell & Randy, hasta la más reciente de: “Boogaloo Supreme” con Wisin. O que tal “De Vuelta Pa la Vuelta” de Daddy Yankee y Marc Anthony. Pero esas las dejamos a juicio del lector.
Finalmente, como conclusión podemos decir que el ejercicio de las colaboraciones musicales por parte de la salsa con otros géneros o estilos musicales, entre ellos el hip hop, la balada pop y el tropipop, pero principalmente con el reguetón, como experimento comercial tiene diversas aristas que es importante comprender en el contexto actual.
Si se mira con distanciamiento y objetividad, en definitiva, estas propuestas sonoras comparten el mismo escenario del mundo caribe como germen, pero que, ya sabemos, en el caso de la salsa, con Cuba y Puerto Rico “como las dos alas del mismo pájaro”, abarcan las nacionalidades caribeñas que se atribuyen su origen y posterior desarrollo con el cual alcanzó su gran boom en la Nueva York de la segunda mitad del siglo XX.
Sin embargo, es de reconocer que en pleno siglo XXI, el radio de difusión de la salsa se encuentra circunscrito a un nicho de culto determinado, que a pesar de encargarse de mantener viva su leyenda, para la dinámica actual de la industria comercial masiva se encuentra fuera de los grandes circuitos de ventas. Mientras que, en el caso del reguetón, hoy en día este ha sabido venderse dentro del negocio de la industria comercial y consumista, como la banda sonora actual de los latinos en el mundo (muy a pesar de otras propuestas sonoras más ricas e interesantes en términos artísticos de creación).
Así mismo, las anteriores colaboraciones musicales, tanto las acertadas e innovadoras, como las fallidas, comparten las raíces del canto urbano. Mientras la salsa recoge los modelos básicos del pregón y el soneo, en el caso del reguetón este se ha sabido inspirar en el hip hop, el rap y en otros elementos, que al final alcanzan, en algunos casos, llamativos desarrollos que parten de la improvisación, junto con el ingenio lingüístico y narrativo, que desde mucho antes han sabido inspirar muy bien los soneros de la salsa.
Por último, tanto el estilo musical de la salsa como el género musical reguetón (también etiquetado como “género urbano”), le rinden culto a su herencia caribe y a sus orígenes de barrio, con base en los cuales les cantan a las injusticias de la marginalidad, el vacilón de la rumba y el romanticismo que genera el despecho. Por supuesto, con lenguajes diferentes, con estructuras musicales a veces opuestas, pero que en últimas se encuentran abiertas al gusto subjetivo de cada quién, desde el cual se justifica la elección que llevan a cabo sus respectivos seguidores.
Desde hace un tiempo se viene planteando una discusión interesante en el mundo musical, sobre la dinámica comercial que busca juntar artistas procedentes de diferentes géneros musicales, para producir un tema o incluso un álbum completo, con el fin de llamar la atención de los seguidores de cada bando y generar una difusión más efectiva. Lo anterior cobra mayor relevancia en el escenario actual de la industria, en la que impera el streaming, las reproducciones masivas del YouTube, y donde, más allá de la calidad sonora o de la innovadora propuesta artística, domina la incandescencia de los “like”, en el que el criterio de los premios se mide por el número de reproducciones y lo “viral” que sea el video objeto de tal novedad.
Ahora bien, para el caso específico del estilo musical de la salsa, las colaboraciones han estado inmersas en medio de los elogios y las polémicas. En el primer caso, por parte de los escuchas “progresivos” que reconocen el desafío que supone para un artista salsero, conversar musicalmente con otros géneros y estilos musicales que en un primer momento rompen ciertas bases y estructuras melódicas de la música afroantillana; mientras que, en el segundo caso, imperan los seguidores ortodoxos quienes se encargan de señalar de oprobio al artista salsero que se atreve a profanar los supuestos límites del estilo musical caribe, que no se concibe sin el patrón rítmico del son que marca la clave.
En este sentido, cuando los ánimos se avivan y el linchamiento simbólico amenaza la trayectoria profesional de un músico, vale la pena reflexionar respecto a cuáles son los supuestos límites que no “debe” traicionar un artista salsero, ante una heterodoxa propuesta de colaboración musical con un representante de otro género musical; o desde otra perspectiva, cuales son los atributos creativos que le encuentran los seguidores en el momento de reconocer como muy bien lograda una propuesta de colaboración musical.
En otras palabras, se trata de definir los criterios en el contexto salsero (que por momentos suele estar condicionado por el purito de los expertos que no conciben a neófitos deambular por sus aposentos), con base en los cuales se puede reconocer una colaboración musical como afortunada o desafortunada. Por supuesto, que para los gustos hay demasiados colores, y en este terreno resbaladizo es difícil aplicar una objetividad que logre gobernar el gusto musical que de por sí es subjetivo. Sin embargo, se busca partir de una escucha atenta que permita dar una opinión sin llegar a irrespetar posiciones contrarias.
Con base en lo anterior, considero que cuando se emprende la tarea de difundir una canción en la que participan dos o más artistas de diferentes géneros musicales, se puede calificar una colaboración musical de afortunada, cuando esta es resultado de una construcción melódica innovadora, producto de la propia hibridación musical de la cual la misma salsa hace parte; en cambio, cuando la colaboración sonora termina siendo un show oportunista, propio del exhibicionismo comercial de la industria musical consumista de masas, que no parte de la innovación de los arreglos ni de la generación de diálogo constructivo entre diversos géneros y sus respectivos seguidores, sino que se reduce a medir la cantidad de reproducciones en streaming, dicha colaboración se puede calificar de desafortunada.
Para llegar a lo anterior, se parte de un principio: el estilo musical reconocido allende fronteras como salsa, es propio de la fusión e hibridación de múltiples ritmos y géneros musicales del caribe. Por lo tanto, señalar de plano (sin darse la oportunidad de la escucha activa), que ningún salsero puede participar en una colaboración musical o compartir tarima con representantes de otros géneros musicales, es de por sí tan errado, máxime cuando le niega la posibilidad de que nuevas generaciones alejadas de sus emblemáticos exponentes, se acerquen a su escucha por simple curiosidad intuitiva cuando el producto que se logra es de calidad.
De lo que se trata es de abrir los horizontes auditivos, sin traicionar la tradición, pero mirando hacia la vanguardia (para esto las máximas lecciones se aprenden del jazz latino, pura fusión y experimentación en continua evolución). De lo contrario, una posición cerrada termina por desdibujar los elementos estéticos e identitarios propios de la música caribe urbana como lo es la salsa: irreverente, atrevida, híbrida, poética y contestaria.
Con base en lo anterior, en la presente reflexión brevemente se hace el ejercicio de traer a cuento cuatro experiencias de colaboraciones musicales, por parte de los más representativos artistas salseros aún vigentes, que se dieron a la tarea de producir colaboraciones musicales e incluso compartir tarima, con los máximos exponentes del género musical imperante hoy en día como lo es el reguetón, que para la mayoría de los ortodoxos salseros resulta una afrenta el solo hecho de mencionarlo.
Bien, comencemos. En primer lugar, tenemos el junte de Andy Montañez con Daddy Yankee. El tema se llamó: “Sabor a Melao”. https://bit.ly/3bWLdTj
Propuesta afortunada. Salsatón bien mezclado. En esta colaboración, aunque el reguetón está más presente, sin embargo, se logra una equilibrada mezcla de fusión con la salsa. De hecho, desde el comienzo del tema se invoca la clave, la cual está de fondo en perfecto equilibrio con el beat que gobierna el contagioso ritmo del reguetón. Y aunque la voz predominante es la de Daddy Yankee, “el niño de Trastalleres”, como se le conoce a Andy Montañez, no palidece en el coro celebratorio de esta fusión. En definitiva, mas allá de cualquier prejuicio, seguro que “Sabor a Melao” enciende cualquier “party”.
En segundo lugar, nos damos tiempo para escuchar la propuesta de Willie Colón con el cantautor colombiano Fonseca, que, con su música pop en alusión a ritmos folclóricos colombianos, lo acercan al estilo muy comercial del tropipop. El tema se denominó: “Estar lejos”. https://bit.ly/2Mabi6q
Propuesta desafortunada. Bueno, en realidad para ser justos, no hay ninguna fusión. Es el simple acompañamiento vocal de un personaje emblemático de la salsa, hoy en día muy polémico debido a sus destempladas declaraciones públicas en redes sociales, que lo muestran en contradicción con la imagen del chico “malo”, ícono de los 60 y 70, la época brava de la salsa junto al gran Héctor Lavoe. No hay mucho que agregar frente a esta colaboración musical. Una canción “bonita”, en balada pop. Eso sí, mucho mejor que la aparición destemplada en tarima de Colón junto al reguetonero colombiano Reycon en la edición del Premio Lo Nuestro 2020 https://bit.ly/3sMiLK6
En tercer lugar, abrimos nuestra experimentación sonora frente a la colaboración que nos presenta Óscar de León con Tego Calderón, con el tema: “Llorarás”. https://bit.ly/3sLVB6g
Propuesta afortunada. En este caso, nos sorprende la versión de un tema paradigmático del gran sonero del mundo, adaptado al flow de marca registrada que es Tego, como estandarte del género reguetón. Ya este último nos tiene acostumbrados a estas incursiones performativas con temas tradicionales salseros (como es el caso de la versión sobre el tema “Planté Bandera”), y la verdad es que una vez más le salió bien.
Por último, cerramos con el ensayo de Rubén Blades junto a Yandel y Snopp Dogg. El tema: “Fama” https://bit.ly/3qwhAMO
Propuesta desafortunada. Este experimento, por llamarlo de alguna forma, no contribuye en gran modo al discurso de la hibridación musical entre alternativas sonoras. Ni para el lado del hip hop o reguetón, ni tampoco para el lado de la salsa. Y la participación del gran Rubén, en esta oportunidad queda muy deslucida, apenas la entonación de su voz en una estrofa, que bien se hubiera podido ahorrar. Más oportunidad de análisis ofrece las propuestas de Víctor Manuelle, desde su incursión con el tema “Ella lo que quiere es salsa”, con Voltio, Jowell & Randy, hasta la más reciente de: “Boogaloo Supreme” con Wisin. O que tal “De Vuelta Pa la Vuelta” de Daddy Yankee y Marc Anthony. Pero esas las dejamos a juicio del lector.
Finalmente, como conclusión podemos decir que el ejercicio de las colaboraciones musicales por parte de la salsa con otros géneros o estilos musicales, entre ellos el hip hop, la balada pop y el tropipop, pero principalmente con el reguetón, como experimento comercial tiene diversas aristas que es importante comprender en el contexto actual.
Si se mira con distanciamiento y objetividad, en definitiva, estas propuestas sonoras comparten el mismo escenario del mundo caribe como germen, pero que, ya sabemos, en el caso de la salsa, con Cuba y Puerto Rico “como las dos alas del mismo pájaro”, abarcan las nacionalidades caribeñas que se atribuyen su origen y posterior desarrollo con el cual alcanzó su gran boom en la Nueva York de la segunda mitad del siglo XX.
Sin embargo, es de reconocer que en pleno siglo XXI, el radio de difusión de la salsa se encuentra circunscrito a un nicho de culto determinado, que a pesar de encargarse de mantener viva su leyenda, para la dinámica actual de la industria comercial masiva se encuentra fuera de los grandes circuitos de ventas. Mientras que, en el caso del reguetón, hoy en día este ha sabido venderse dentro del negocio de la industria comercial y consumista, como la banda sonora actual de los latinos en el mundo (muy a pesar de otras propuestas sonoras más ricas e interesantes en términos artísticos de creación).
Así mismo, las anteriores colaboraciones musicales, tanto las acertadas e innovadoras, como las fallidas, comparten las raíces del canto urbano. Mientras la salsa recoge los modelos básicos del pregón y el soneo, en el caso del reguetón este se ha sabido inspirar en el hip hop, el rap y en otros elementos, que al final alcanzan, en algunos casos, llamativos desarrollos que parten de la improvisación, junto con el ingenio lingüístico y narrativo, que desde mucho antes han sabido inspirar muy bien los soneros de la salsa.
Por último, tanto el estilo musical de la salsa como el género musical reguetón (también etiquetado como “género urbano”), le rinden culto a su herencia caribe y a sus orígenes de barrio, con base en los cuales les cantan a las injusticias de la marginalidad, el vacilón de la rumba y el romanticismo que genera el despecho. Por supuesto, con lenguajes diferentes, con estructuras musicales a veces opuestas, pero que en últimas se encuentran abiertas al gusto subjetivo de cada quién, desde el cual se justifica la elección que llevan a cabo sus respectivos seguidores.
Daniel Flórez Porras
20 de enero de 2021
20 de enero de 2021
De todas las mezclas de salsa y reggaeton, para mi la mejor es la de Andy Montañez con Daddy yankee, Se le ve
ResponderBorrarSalsa pura con un breve intermedio de reggaetton, y con Yankee rapeando sobre clave
Muy sabrosa esta canción
https://www.youtube.com/watch?v=x0QqwFPwMS4