Disco "Chivirico" (1973) |
Por: Jorman Lugo
La década del 70 llega con nuevos retos. El monopolio comercial impuso pautas que lo desfavorecieron. La promoción de los nuevos pollitos y la manipulación de las radios trataron de hacerlo a un lado. También estuvieron en su contra los cánones estéticos que fomentó el imperio, donde vendían portadas con gente blanca. Pero su voz fue más allá de cualquier tendencia.
En la orquesta de Joey Pastrana llegó a niveles interpretativos solo comparables con nombres de la talla de Daniel Santos y Benny Moré. Entró al panteón de los más grandes cantantes latinos. Se recibió con honores y sus colegas se lo reconocieron. En un debate de soneros en Panamá entre Chivirico y “Monguito el único”, este, en un momento del show, se detuvo a aplaudir a Dávila en frente de todo el público.
Con Pastrana, hizo su mejor “batazo”. En el disco The Real Thing (El verdadero), pegó un bolero de María Grever llamado Así, donde hace una deliciosa interpretación, llena de giros vocales y recursos propios del “Cangrejero”. Además, en esa misma producción se destaca la canción Noche de ronda, otro bolero producido con la vigorosa orquestación de Pastrana.
Sin embargo, sus recursos vocales siguieron rompiendo paradigmas. Lo mismo daba un bolero que una bomba. Ritmos disímiles, él los unía. Con Kako y Cortijo grabó un álbum, Ritmos y cantos callejeros, que iba hasta lo más profundo de las raíces musicales puertorriqueñas: la bomba y la plena. Su versatilidad hizo de la producción un éxito. Aunque fue demasiado para la época. Las tendencias y la pauta comercial impidieron el verdadero reconocimiento de esa obra rica en herencia e interpretación. Ya es sabido que, en pleno auge salsero, la Fania decidía qué sonaba en las emisoras y muchos discos quedaron en la sombra. Pero el tiempo le dio la razón a la apuesta de Kako y Cortijo. Una muestra de ello es Chiviriquiton, escrita por Ismael Rivera.
Solista de Fania
Luego la Fania lo contrata y lo saca al mercado como solista. En “Chivirico” —como se denominó esa producción—, sigue destacando como bolerista pero la rompe, especialmente, en un guaguancó intenso que tuvo los coros del mejor corista de todo el movimiento, Yayo El Indio, y de Adalberto Santiago. Una verdadera canción para los bailadores llamada Por eso me pica aquí. También hay otra canción que expone lo que es el mundo latino, El babalao. Un número repleto de guiños a las religiones africanas que viajaron hasta el Caribe y se afincaron en nuestras tradiciones, interpretado con la picardía propia y el sabor característico del latino.
La década del 70 llega con nuevos retos. El monopolio comercial impuso pautas que lo desfavorecieron. La promoción de los nuevos pollitos y la manipulación de las radios trataron de hacerlo a un lado. También estuvieron en su contra los cánones estéticos que fomentó el imperio, donde vendían portadas con gente blanca. Pero su voz fue más allá de cualquier tendencia.
En la orquesta de Joey Pastrana llegó a niveles interpretativos solo comparables con nombres de la talla de Daniel Santos y Benny Moré. Entró al panteón de los más grandes cantantes latinos. Se recibió con honores y sus colegas se lo reconocieron. En un debate de soneros en Panamá entre Chivirico y “Monguito el único”, este, en un momento del show, se detuvo a aplaudir a Dávila en frente de todo el público.
Con Pastrana, hizo su mejor “batazo”. En el disco The Real Thing (El verdadero), pegó un bolero de María Grever llamado Así, donde hace una deliciosa interpretación, llena de giros vocales y recursos propios del “Cangrejero”. Además, en esa misma producción se destaca la canción Noche de ronda, otro bolero producido con la vigorosa orquestación de Pastrana.
Sin embargo, sus recursos vocales siguieron rompiendo paradigmas. Lo mismo daba un bolero que una bomba. Ritmos disímiles, él los unía. Con Kako y Cortijo grabó un álbum, Ritmos y cantos callejeros, que iba hasta lo más profundo de las raíces musicales puertorriqueñas: la bomba y la plena. Su versatilidad hizo de la producción un éxito. Aunque fue demasiado para la época. Las tendencias y la pauta comercial impidieron el verdadero reconocimiento de esa obra rica en herencia e interpretación. Ya es sabido que, en pleno auge salsero, la Fania decidía qué sonaba en las emisoras y muchos discos quedaron en la sombra. Pero el tiempo le dio la razón a la apuesta de Kako y Cortijo. Una muestra de ello es Chiviriquiton, escrita por Ismael Rivera.
Solista de Fania
Luego la Fania lo contrata y lo saca al mercado como solista. En “Chivirico” —como se denominó esa producción—, sigue destacando como bolerista pero la rompe, especialmente, en un guaguancó intenso que tuvo los coros del mejor corista de todo el movimiento, Yayo El Indio, y de Adalberto Santiago. Una verdadera canción para los bailadores llamada Por eso me pica aquí. También hay otra canción que expone lo que es el mundo latino, El babalao. Un número repleto de guiños a las religiones africanas que viajaron hasta el Caribe y se afincaron en nuestras tradiciones, interpretado con la picardía propia y el sabor característico del latino.
En el 75 el destino lo une al genial y exquisito Mark Dimond. Un pianista reconocido por su técnica y por sus abusos de las drogas. Ese año grabaron Beethoven’s V, un álbum hito en la salsa. Allí canta una canción escrita por Tite Curet llamada Por qué adoré. Ese disco ha sido reseñado como la muestra de lo que es la salsa de barrio, aguerrida y sabrosa. En esa producción, Chivirico demostró que para un cantante de su categoría no había reto que lo achicara.
Con Fania publicó varios discos más hasta que decidió dar un paso al costado. Su relación con esta disquera no fue la mejor y en muchos casos le brindaron un papel secundario que, obviamente, no era para él. Después se reunió con Joe Cuba, que volvía a la movida musical y estuvo presente en El pirata del Caribe. El último disco en el que aparece Chivirico es en Onda típica de la orquesta Guararé, donde interpreta varias canciones.
En la década del 80 no recibió ningún homenaje. La salsa tomó el rumbo de lo rosa. Las disqueras olvidaron a Dávila y prefirieron a otras voces con otros estilos. Su fama fue efímera. El público lo fue olvidando. Sobrevivió sus últimos años trabajando en una empresa, viviendo en la ciudad de la que siempre quiso huir. Alimentando su sueño de regresar a Puerto Rico como la leyenda que era. Su corazón se detuvo abruptamente mientras miraba la televisión y, tal vez, por las calles del Bronx un borracho tarareando una canción doblaba por algún callejón.
Publicado anteriormente por el autor en "La cola de rata".
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