Disco Tapando El Hueco (1988) de El Grupo Niche
Por: Hernán Rodríguez Suárez
A finales de los años ochenta, era un tímido adolescente iniciaba a explorar las técnicas de conquista en las cuales tenía que encontrar la mejor estrategia para poder llamar la atención y cautivar a la hermosa señorita elegida, con el fin de que con su anhelado “Sí”, se convirtiera en mi primera novia.
Desafortunadamente los acercamientos previos no fueron muy exitosos, ya que para la hermosa niña duitamense, mi presencia no le despertaba el más mínimo interés, hasta el punto de que ni siquiera se grababa mi nombre, para ella era simplemente “El de Santa Rosa” haciendo clara referencia a mi municipio de residencia.
Consultando a amigos más adelantados en el arte de la conquista, me mencionaron varias estrategias: el osito de peluche; la credencial, que era una tarjeta plástica del tamaño de una de crédito con dibujos y mensajes de acuerdo a la ocasión; el Ziggy, que era un muñeco gordo, narizón y calvo que despertaba sentimientos de ternura en las niñas de la época, pero el consejo con el que sentí confianza sobre su efectividad fue el de dedicarle una canción.
Esa era mi estrategia, con la que me la jugaba toda, victoria o muerte, tenía que buscar la pieza musical cuya letra le dejara claro a “La de Duitama” mis sentimientos y mis intenciones y que sea de un impacto que no deje otra opción que aceptar el noviazgo del jovencito que para tomarle la mano tenía que refregar su palma en el pantalón o la chaqueta para que no se notara mucho que le sudaban sin contemplación.
La logística ya estaba organizada gracias a que tenía un amigo locutor al cual yo le grababa los últimos éxitos musicales en las emisoras de la capital Colombiana, por lo que no se pudo negar en transmitir en la emisora que escuchábamos todos, en horario estelar, mi dedicatoria a la fecha y hora elegida.
Todos me aconsejaban temas de Camilo Sesto, de Ricardo Montaner, Franco de Vita, de Luis Angel, pero ninguna de esas opciones me convencía, me parecían grandes artistas pero me sentía demasiado cursi al dedicar alguna de las canciones del género romántico, decidí pedir la opinión de mis mayores, pero emprendí la huida cuando mi papá colocó en el tocadiscos un acetato de Los Panchos.
Y es que yo tenía que elegir la canción perfecta, que su ritmo y su mensaje impactara, en una emisora sonó La Cura de Frankie Ruiz, la letra no aplicaba para la ocasión, pero mi instinto me decía que por ese lado era el camino, pensé que me daba una imagen de romántico, pero no cursi y además de moderno y rumbero, a pesar de que no sabía bailar.
Inicié con Willie Colón, Gitana, una canción perfecta para la ocasión, “sé que nunca fuiste mía, ni lo has sido ni lo eres, pero de mi corazón un pedacito tu tienes…”, sin embargo cuando ya todo estaba decidido un amigo preguntó: ¿por qué se dice “más caído que teta de gitana”?, se daño la elección por miedo a que la niña a conquistar malinterpretara el mensaje con una injusta crítica fisionómica.
Eddie Santiago, Willie González, el mismo Frankie, Lalo Rodríguez, David Pabón, Tommy Olivencia tenían unas joyas románticas, pero con algunos estribillos un poco fuertes para un inocente amor juvenil.
Las primeras descartadas fueron: Aquel viejo motel, Ven devórame otra vez y Desnúdate Mujer, debido a que si sudaba al pensar en tomarle la mano, imaginar en algo más avanzado era exponerme a un derrame cerebral.
Debo confesar que Eddie Santiago tenía el repertorio más afín a mis expectativas, pero tenía un verso que dañaba la perfección de mi intención zanahoria: “Mía, aunque estés con él durmiendo sabes que eres mía.”, “… con mis actos de placer, te enseñaré lo que es amor…”. Tengo que recordar que para la época, no existían aún Salsa Kids, ni Servando y Florentino, para tener unas letras un poco más inocentes y El Joe andaba en furor con Musa Original, La Rebelión y Echao Pa’lante, excelentes canciones pero que no se adecuaban a los requerimientos líricos de la situación.
Pensé cambiar de género musical para la dedicatoria, pero siguiendo ritmos tropicales, exploré el merengue, pero Wilfrido con su Comején, El Hombre Divertido, La Abusadora, El Loco y la Luna y Café con Leche no encajaron. Con un método de selección similar al de la salsa tenía dos finalistas: Ay Amor de Cuco Valoy y Tú, un merengue romántico de Juan Luis Guerra, entre esos dos estaba la decisión.
Los días pasaron y aún no podía elegir la canción precisa, sin embargo por alguna extraña e incomprendida situación, las cosas mejoraron con la elegida, ya me llamaba por mi nombre y no por mi ciudad de origen, me sonreía y la mirada ya no era tan indiferente, la conversación era más fluida y sentía que iba avanzando en mis acercamientos por lo que la dedicatoria quedó relegada por un tiempo.
Sin embargo, el panorama cambió totalmente, el Grupo Niche lanzó su disco Tapando el Hueco; no había emisora, fiesta, cafetería o sitio alguno en la que no sonara repetidamente Nuestro Sueño, era la canción que desplazó en mi preferencias de dedicatoria a Cuco y a Juan Luis, llamé a mi amigo de la emisora y me confirmó que el disco ya estaba incluido en la programación, solo faltaba coordinar el día que, a las cinco de la tarde, sonaría como primera dedicatoria, la canción elegida, a lo cual seguiría inmediatamente mi declaración o mi “echada de cuento” y después tararear mentalmente: “Esto me huele a matrimonio” o “El Incomprendido”, según la respuesta.
Tomé valor para invitarla a tomar gaseosa y pastel en la cafetería que tenía un ambiente juvenil acorde con el objetivo y con unos parlantes que garantizaban que el mensaje iba a ser escuchado claramente, al aceptar mi invitación, nos citamos faltando un cuarto para las cinco en el lugar acordado y corrí a confirmarle la canción al amigo locutor y a reservar la mesita discreta.
La invitada llegó puntual, sonriente, amable, me saludó muy efusivamente lo que me dio a entender que todo iba a salir perfecto, nos ubicamos en el sitio destinado y la conversación fluia con cariño y complicidad mutua. A la hora acordada, se escuchó por los parlantes a mi amigo locutor, quien inició con una introducción inspirada que prácticamente me adelantó todo el trabajo, cerró su intervención con la frase: “de Fulanito para Pepita, esta romántica y sincera canción…”, sin embargo cometió el error de que no puso la primera canción del Lado A sino la primera del Lado B, se equivocó de lado.
Declararme a una enfadada acompañante después de dedicarle una canción que iniciaba con un elocuente “Cómo me quito a esta mujer de encima..” y continuaba con “Llegará la hora que las cosas cambien y yo no la aguante, porque conmigo ya no va más”, es causa perdida, y más perdida quedó ella y la gente presente cuando “le entró agua al bote”. Si me hubiera pasado en estos días, estoy seguro que por los parlantes de la cafetería sonaría el corrido de “Ese compa ya esta muerto, solo no le han avisado”, pero en ese momento retumbó: “Se volteó la torta, cambio y fuera”.
A finales de los años ochenta, era un tímido adolescente iniciaba a explorar las técnicas de conquista en las cuales tenía que encontrar la mejor estrategia para poder llamar la atención y cautivar a la hermosa señorita elegida, con el fin de que con su anhelado “Sí”, se convirtiera en mi primera novia.
Desafortunadamente los acercamientos previos no fueron muy exitosos, ya que para la hermosa niña duitamense, mi presencia no le despertaba el más mínimo interés, hasta el punto de que ni siquiera se grababa mi nombre, para ella era simplemente “El de Santa Rosa” haciendo clara referencia a mi municipio de residencia.
Consultando a amigos más adelantados en el arte de la conquista, me mencionaron varias estrategias: el osito de peluche; la credencial, que era una tarjeta plástica del tamaño de una de crédito con dibujos y mensajes de acuerdo a la ocasión; el Ziggy, que era un muñeco gordo, narizón y calvo que despertaba sentimientos de ternura en las niñas de la época, pero el consejo con el que sentí confianza sobre su efectividad fue el de dedicarle una canción.
Esa era mi estrategia, con la que me la jugaba toda, victoria o muerte, tenía que buscar la pieza musical cuya letra le dejara claro a “La de Duitama” mis sentimientos y mis intenciones y que sea de un impacto que no deje otra opción que aceptar el noviazgo del jovencito que para tomarle la mano tenía que refregar su palma en el pantalón o la chaqueta para que no se notara mucho que le sudaban sin contemplación.
La logística ya estaba organizada gracias a que tenía un amigo locutor al cual yo le grababa los últimos éxitos musicales en las emisoras de la capital Colombiana, por lo que no se pudo negar en transmitir en la emisora que escuchábamos todos, en horario estelar, mi dedicatoria a la fecha y hora elegida.
Todos me aconsejaban temas de Camilo Sesto, de Ricardo Montaner, Franco de Vita, de Luis Angel, pero ninguna de esas opciones me convencía, me parecían grandes artistas pero me sentía demasiado cursi al dedicar alguna de las canciones del género romántico, decidí pedir la opinión de mis mayores, pero emprendí la huida cuando mi papá colocó en el tocadiscos un acetato de Los Panchos.
Y es que yo tenía que elegir la canción perfecta, que su ritmo y su mensaje impactara, en una emisora sonó La Cura de Frankie Ruiz, la letra no aplicaba para la ocasión, pero mi instinto me decía que por ese lado era el camino, pensé que me daba una imagen de romántico, pero no cursi y además de moderno y rumbero, a pesar de que no sabía bailar.
Inicié con Willie Colón, Gitana, una canción perfecta para la ocasión, “sé que nunca fuiste mía, ni lo has sido ni lo eres, pero de mi corazón un pedacito tu tienes…”, sin embargo cuando ya todo estaba decidido un amigo preguntó: ¿por qué se dice “más caído que teta de gitana”?, se daño la elección por miedo a que la niña a conquistar malinterpretara el mensaje con una injusta crítica fisionómica.
Eddie Santiago, Willie González, el mismo Frankie, Lalo Rodríguez, David Pabón, Tommy Olivencia tenían unas joyas románticas, pero con algunos estribillos un poco fuertes para un inocente amor juvenil.
Las primeras descartadas fueron: Aquel viejo motel, Ven devórame otra vez y Desnúdate Mujer, debido a que si sudaba al pensar en tomarle la mano, imaginar en algo más avanzado era exponerme a un derrame cerebral.
Debo confesar que Eddie Santiago tenía el repertorio más afín a mis expectativas, pero tenía un verso que dañaba la perfección de mi intención zanahoria: “Mía, aunque estés con él durmiendo sabes que eres mía.”, “… con mis actos de placer, te enseñaré lo que es amor…”. Tengo que recordar que para la época, no existían aún Salsa Kids, ni Servando y Florentino, para tener unas letras un poco más inocentes y El Joe andaba en furor con Musa Original, La Rebelión y Echao Pa’lante, excelentes canciones pero que no se adecuaban a los requerimientos líricos de la situación.
Pensé cambiar de género musical para la dedicatoria, pero siguiendo ritmos tropicales, exploré el merengue, pero Wilfrido con su Comején, El Hombre Divertido, La Abusadora, El Loco y la Luna y Café con Leche no encajaron. Con un método de selección similar al de la salsa tenía dos finalistas: Ay Amor de Cuco Valoy y Tú, un merengue romántico de Juan Luis Guerra, entre esos dos estaba la decisión.
Los días pasaron y aún no podía elegir la canción precisa, sin embargo por alguna extraña e incomprendida situación, las cosas mejoraron con la elegida, ya me llamaba por mi nombre y no por mi ciudad de origen, me sonreía y la mirada ya no era tan indiferente, la conversación era más fluida y sentía que iba avanzando en mis acercamientos por lo que la dedicatoria quedó relegada por un tiempo.
Sin embargo, el panorama cambió totalmente, el Grupo Niche lanzó su disco Tapando el Hueco; no había emisora, fiesta, cafetería o sitio alguno en la que no sonara repetidamente Nuestro Sueño, era la canción que desplazó en mi preferencias de dedicatoria a Cuco y a Juan Luis, llamé a mi amigo de la emisora y me confirmó que el disco ya estaba incluido en la programación, solo faltaba coordinar el día que, a las cinco de la tarde, sonaría como primera dedicatoria, la canción elegida, a lo cual seguiría inmediatamente mi declaración o mi “echada de cuento” y después tararear mentalmente: “Esto me huele a matrimonio” o “El Incomprendido”, según la respuesta.
Tomé valor para invitarla a tomar gaseosa y pastel en la cafetería que tenía un ambiente juvenil acorde con el objetivo y con unos parlantes que garantizaban que el mensaje iba a ser escuchado claramente, al aceptar mi invitación, nos citamos faltando un cuarto para las cinco en el lugar acordado y corrí a confirmarle la canción al amigo locutor y a reservar la mesita discreta.
La invitada llegó puntual, sonriente, amable, me saludó muy efusivamente lo que me dio a entender que todo iba a salir perfecto, nos ubicamos en el sitio destinado y la conversación fluia con cariño y complicidad mutua. A la hora acordada, se escuchó por los parlantes a mi amigo locutor, quien inició con una introducción inspirada que prácticamente me adelantó todo el trabajo, cerró su intervención con la frase: “de Fulanito para Pepita, esta romántica y sincera canción…”, sin embargo cometió el error de que no puso la primera canción del Lado A sino la primera del Lado B, se equivocó de lado.
Declararme a una enfadada acompañante después de dedicarle una canción que iniciaba con un elocuente “Cómo me quito a esta mujer de encima..” y continuaba con “Llegará la hora que las cosas cambien y yo no la aguante, porque conmigo ya no va más”, es causa perdida, y más perdida quedó ella y la gente presente cuando “le entró agua al bote”. Si me hubiera pasado en estos días, estoy seguro que por los parlantes de la cafetería sonaría el corrido de “Ese compa ya esta muerto, solo no le han avisado”, pero en ese momento retumbó: “Se volteó la torta, cambio y fuera”.
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