LOS COLORES DE LA SALSA




Por: Juan Carlos Arteaga

Desde Hay un run run, donde Los Compadres inventan con sus bocas flauta y clave para engrosar el sonido de su dúo, hasta Esta es mi orquesta, donde Tito Rodríguez presume de su espléndida big band, la salsa se ha nutrido de infinidad de formatos orquestales.

La diversidad de estructuras de los grupos y conjuntos de salsa es una de las características que más enriquece a ese género musical. Desde sus raíces cubanas, aparecen agrupaciones sencillas en su conformación, pero llenas de cadencia y sabor, como El Cuarteto Patria, Celina y Reutilio, Guillermo Portabales o el Trío Matamoros, quienes acompañando sus voces de guitarras, contrabajo y percusiones menores: clave, güiro o maracas y bongós, llenaban las pistas de baile. Un formato que seguramente facilitaba el desplazamiento entre diferentes escenarios.

Al introducir una trompeta a un formato similar, se estableció el septeto. El Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro, El Septeto Santiaguero, El Septeto Habanero y Sierra Maestra, son algunas de las agrupaciones que desde este formato lograron hacer sonar éxitos como Suavecito o Bururú Barará. Septeto se usa como una expresión genérica para agrupaciones de una trompeta, cuerdas (tres, guitarra y contrabajo) y percusiones, porque en realidad hay septetos de 6 a 9 músicos. Lo de los nombres de los formatos es todo un asunto, en su momento, por ejemplo, Charlie Palmieri se refería al conjunto de su hermano Eddie, La Perfecta, como la “Trombanga”.

Del septeto podemos dar el salto al conjunto. Dos o tres trompetas y piano le dieron un sonido mucho más sólido a su música. La Sonora Matancera fue el conjunto cubano más reconocido con este formato. Un modelo de producción innovador basado en ese formato y una nómina suprema de cantantes, entre quienes destacaba Celia Cruz.

Yendo de Matanzas a Ponce, encontramos otra Sonora, la Ponceña, que trabajó con cuatro sofisticadas trompetas. El sonido y la producción característicos de las trompetas de la Ponceña son verdaderamente cuidadosos. En Puerto Rico varios conjuntos, como el de Cortijo y su Combo y El Gran Combo, usaron un formato similar: dos trompetas, dos saxofones y un trombón, para llenar de éxitos la rumba salsera.

En Cuba, la charanga maduró con los años, un conjunto que acudía a la sutileza de la flauta y los violines, incluso a la viola, como en algún momento lo hizo la Orquesta Aragón. Este formato también fue usado por conjuntos de New York -que se nutrían permanentemente del talento y la innovación cubana, así como de la migración y del bloqueo a la isla- como la Broadway.

¿Cómo hablar de formatos orquestales sin mencionar a Joe Cuba y su sexteto? Un grupo extraordinario por alimentarse del jazz. Fundamentalmente una rica sección rítmica acompañando a sus cantantes, nada más y nada menos que Jimmy Sabater y Cheo Feliciano, quienes además se turnaban en las percusiones. Vibráfono, piano, contrabajo, timbales y congas hicieron las delicias con temas enormes como Mujer divina. En sus inicios, Seis del Solar, la orquesta que ha acompañado tantas veces a Rubén Blades, usó un formato similar.

Uno de mis formatos favoritos lo comparten dos de mis orquestas más queridas: Los Van Van y la Orquesta Harlow. Trombones, trompetas, flauta, violines y la sección rítmica. Formato que les dio un sonido pesado y sabroso, la heavy salsa, música muy elaborada armónica y rítmicamente. Larry Harlow y Juan Formell dieron vida a sus orquestas durante la segunda mitad de la década de los 60s, logrando un sonido contundente, gracias también a arreglos exquisitos. Con violines que soportaban armónicamente las voces y los solos, por momentos minimalistas, como en Gracia Divina, de Hommy o ¡Qué sorpresa! (Voy a publicar tu foto en la prensa) de Lo último en vivo.

Mención especial para las intervenciones esporádicas del Tres y el Cuatro, instrumentos de cuerda con mucha similitud, de Cuba y Puerto Rico respectivamente. Pancho Amat y Yomo Toro son tal vez los intérpretes más icónicos para la salsa, gracias a sus participaciones en grabaciones de las orquestas Son 14 y la de Willie Colón. (@Chris_Montz publicó una muy interesante anécdota sobre la azarosa llegada de Yomo Toro a la orquesta de Willie Colón).

En 2014, Rubén Blades fue invitado por Wynton Marsalis, el referente jazzístico del momento, a cantar con su Jazz at Lincoln Center Orchestra. Ban Ban Quere, uno de los temas de Una noche con Rubén Blades, es un placer. Palabras mayores en cuanto a estructura orquestal, digna de Whiplash pero sin cachetadas.

Sonido que nos recuerda la época de las grandes orquestas, especialmente las de Beny Moré, Tito Rodríguez y Tito Puente, cuyo sabor se nutría de ese sonido un poco acaramelado de muchos vientos y arreglos como para música de salón.

Hay segmentos memorables por arreglos preparados o improvisados. La combinación deliciosa de la voz de Ismael Rivera y el Tres de Mario Hernández en Las caras lindas (como lo narra @Chris_Montz en su publicación La historia de “Las caras lindas”). José Arteaga, de Radio Gladys Palmera, me cuenta que Mario Hernández siendo puertorriqueño es un hábil multi-instrumentista, por eso usó el Tres en esta grabación. Otro segmento inolvidable es la combinación de flauta y tres en No quiero, del álbum “Salsa” de la Orquesta Harlow. Johnny Pacheco y Harry Viggiano logran un fraseo lleno de cadencia.

Por último, quiero referirme a las múltiples grabaciones de la Fania All Stars, un caso aparte. Como que no tienen términos medios, tantas piezas exitosas como estruendosas. Demasiada figura junta. Tan rico es escuchar su concierto en La Habana, como terrible sus descargas en el Cheeta. Tal vez el problema no es el formato sino el exceso de solistas y una producción que se vio en problemas por el tamaño de la orquesta y el desenfreno de las improvisaciones.

Al final somos los bailadores quienes mejor aprovechamos la diversidad de la salsa, porque podemos bailar toda la noche una música que asombra, entre otras cosas, porque no cae en la rutina ni la monotonía.

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